domingo, 30 de octubre de 2011

Nuestros pacientes, nuestros profesores e Internet

Comentario: Prof. Tit. Dra. M. Alejandra Elizalde Cremonte - UNNE

En una reciente publicación en New England Journal of Medicine (Hartzband P, Groopman J. N Engl J Med 2011; 365:1372-1373)  Hartzband y Groopman reflexionan sobre sistemas que denominan a los pacientes "clientes" o "consumidores", a médicos y enfermeros: "proveedores". Estos términos se leen usualmente en los medios de comunicación, en revistas médicas e insólitamente en algunos pases de sala. "Paciente" viene de patiens, significa sufrimiento. Médico deriva de docere, significa enseñar. Enfermera (nurse) de nutrire, para nutrir. Y así se los llamó durante más de tres siglos.

Ante una crisis económica, economistas y planificadores de políticas han propuesto que cuidado del paciente debe ser industrializado y estandardizado. Así apareció esta terminología. Pero no olvidemos que las palabras que usamos para explicar nuestras funciones son poderosas. Fijan las expectativas y el comportamiento de la forma.

Este cambio en el lenguaje de la medicina tiene consecuencias: Las palabras "consumidor" y "proveedor" son reduccionistas; ignoran las dimensiones psicológicas, espirituales y humanistas esenciales de la relación. El término "proveedor" es deliberadamente y sorprendentemente genérico, sin ningún indicio de la función del médico como profesor con conocimientos especializados para ayudar al paciente a comprender las razones de su enfermedad y las posibles formas de poner remedio a ello, ni honra la labor del enfermero cuya estrecha atención es esencial para la curación. La atención obviamente no es una mercancía envasada en un estante. La reducción de la medicina a la economía constituye una burla. Durante siglos, médicos que eran mercenarios fueron públicamente castigados. Esos médicos traicionaron su juramento. ¿Deberíamos nosotros ahora celebrar al médico cuya práctica, como un negocio exitoso, maximiza los beneficios de "clientes"?
"Juicio clínico", es una frase que ha caído en desgracia, reemplazado por "práctica basada en la evidencia". Pero la evidencia no es nueva; y en última instancia es una resultante matemática aplicable a la generalidad, Por el contrario, el ejercicio del juicio clínico, permite la aplicación de los resultados de los estudios científicos a un paciente individual: NUESTRO PACIENTE.
Orientemos nuestra práctica profesional por el buen camino, es parte del Juramento Hipocrático que hemos realizado y debemos honrar.

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